La naturaleza nos depara las sorpresas más agradables y saludables.
Aparte de los preparados nutricionales, existen otros complementos de origen natural que también aportan energía extra para la actividad deportiva o para nuestra vida en general: ginseng, levadura de cerveza, germén de trigo, lecitina de soja, polen, jalea real, etc.
Entre los complementos naturales uno de los más recurrentes es la miel. Aunque hay muchos tipos diferentes de mieles, una de ellas destaca sobre el resto gracias a sus propiedades antibacterianas, antioxidantes, antiiinflamatorias y antiinfecciosas: se trata de la miel de Manuka.
Descubierta hace más de 4.000 años, la miel de Manuka proviene de la polinización del néctar del árbol Manuka (Leptospermum-scoparium), más conocido como Árbol del Té, autóctono de Nueva Zelanda. Contiene vitaminas A, C, D, B1, B2, B3, B5 y B6, además de diferentes minerales y oligoelementos como fósforo, calcio o hierro.
Pero lo que hace más especial a esta miel es una sustancia natural llamada Metilglioxal (MGO), que se halla en altas concentraciones en el néctar de sus flores. Esta sustancia, a diferencia del peróxido de hidrógeno, no es neutralizado por las enzimas intestinales y de ahí su gran efectividad. Gracias a ella, nos ayudará más eficazmente a luchar contra toda clase de bacterias responsables de úlceras estomacales, duodenales y gastritis.
Además de la protección que aporta contra las bacterias, la miel de Manuka también tiene otros efectos positivos como el tratamiento de las afecciones de la piel, eczemas, quemaduras, acné o infecciones por hongos. También es capaz de reparar la piel dañada y regenerar su crecimiento, además de aumentar nuestra energía y potenciar nuestro sistema inmune de manera natural.
En resumen, sus muchas y beneficiosas propiedades la convierten en uno de los elementos más preciados de la naturaleza.
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